Día 5: Nara y Fushimi-inari

No he abandonado esto, digamos más bien que he estado demasiado liado (mea culpa). Y momentos antes de irme a la playita os traigo una entradita recién cocinada.

El quinto día en Japón fue otro día de excursión, en este caso a Nara, antigua capital de Japón entre los años 710 y 784. También es famosa además de por tener uno de los budas más grandes (en este caso 15 metros de bronce) por sus mascotas: los ciervos. Se consideraba a estos ciervos mensajeros de los dioses y por ello durante muchos años se han considerado sagrados, esto nos permite disfrutarlos y conocerlos hoy día.



A Nara se puede ir con la JR pero la estación queda más alejada. Si no tenéis JR Pass para este día, os recomiendo tomar la Kintersu Nara que os deja más céntrico.



En lugar de ir derechos a estos dos puntos clave que antes he comentado, decidimos comenzar por el Isui-en (810Y/persona). Un jardín del periodo Meiji ES-PEC-TA-CU-LAR, de hecho era el más bonito que habíamos visto hasta aquel momento. Además de sus pequeñas colinas recubiertas de musgo, sus plantas y su estanque con carpas koi, había varias construcciones tradicionales que salpicaban el entorno entre las que destacaba una casita donde se podía tomar el té. No era el lugar que teníamos fichado para esto así que esto último no lo hicimos.




               

A continuación fuimos a ver la principal atracción del lugar: el Todai-ji, que como habréis adivinado es donde se encontraba la gran construcción de Buda. Este es un gran recinto el cual sólo hay que pagar si tenéis intención de visitar el gran Buda (500Y), todo lo demás es visitable y gratuito. La entrada a este se hacía a través de la Nandai-mon (mon es puerta) la cual estaba flanqueada por dos grandes guerreros tallados en manera de aspecto fiero (segunda foto). Quienes hayan visto Gantz sabrán de los que hablo.


Tras ver los alrededores finalmente nos encaminamos hacia el edificio principal el Daibutu-den (Sala del Gran Buda). Aconsejaba la lonely planet realizar el acercamiento a una de las grandes construcciones de Buda (no recuerdo cual de todas) sin mirarlo hasta que estuviésemos lo suficientemente cerca para apreciar su carácter imponente. Tomé este consejo al pie de la letra con cada Buda que vi. De hecho esta también es una estrategia que tomo con ciertos puntos estratégicos que conozco de antemano para que el efecto sea más espectacular. Deciros que en el caso de este Buda fue impresionante, quedarte en el umbral de la puerta y levantar entonces la mirada para apreciar la gran construcción de bronce es lo más cerca que he estado de ser convertido al budismo xD. Fuera coñas, no he visto ninguna foto que haga justicia a la sensación que se tiene allí.

               

Además del buda hay otras construcciones como por ejemplo un par de guardianes, pero lo más conocido entre los japoneses es un gran soporte de madera con un orificio en su parte inferior. Cuenta la leyenda que dicho orificio es del tamaño de la nariz de Buda y quien lo atraviese está libre de pecado. Huelga decir que el tamaño es idóneo para niños y no tan idóneo para los adultos. Yo quería intentar comprobar la pureza de mi alma más la gran cola que había me dejó con la curiosidad :’-(.



Después tocó paseo por el Nara-Kōen (parque de Nara) y sus templos, santuarios y pagodas (Nigatsu-dō, Sangatsu-dō, Kasuga Taisha, etc.) durante el que vimos numerosos ciervos mientras envalentonados niños hacían acopio de valor intentando alimentar a aquellas criaturas. Deciros que su valor se esfumaba en cuanto el sadismo de aquellas criaturas hacía acto de presencia.

Fuera coñas son unos bordes y unos maleducados. Están tan acostumbrados a las personas que embisten, muerden y te rodean enseguida para hacerse con la comida lo que puede hacerse intimidante especialmente si no eres el doble de grande que éstos. 

               

Ya les gustaría a los Geos o los Swat tener aquellas estrategias que tenían estos bichos para dejarte desarmados jajaja. Así que os  doy tres consejos para tratarlos cual gremlins:
  1. No lleves comida encima, estos son capaces de comerse hasta los planos 
  2. No compres las típicas galletitas para darles des de comer 
  3. Si no te da miedo y quieres hacer la turistada como fue mi caso, venden galletitas de ciervo por 200Y e intenta dárselas a partir de las 3, a esa hora la mayoría han comido y están más relajaditos. Eso sí, no me libré de algún mordisco en el pantalón. 




A eso de las 14h estaba aquello lleno: hordas de turistas japoneses infestaron aquel lugar y tenía pinta que tardarían en marcharse, era un lunes festivo en Japón. Por lo que lo interesante para ver Nara con relativa calma es ir a primera hora.

Aquellos turistas eran la señal de irnos a Fushimi-inari. El tiempo no sobraba y había numerosos puestos de comida variada. Como aficionados a los Yaki-soba (fideos fritos) que somos en España, este era el momento ideal para pedirnos un par de raciones (500Y c/u) para comer por el camino. 

                              

Fushimi Inari está a las afueras de Kyōto, concretamente al sur y pilla de camino en la vuelta, por lo que es buena idea empalmar ambos planes. La principal atracción de este lugar es su santuario el Fushimi Inari-Taisha, santuario sintoísta dedicado a la diosa Inari (deidad del arroz y las cosechas) quien habita en lo alto de la montaña del mismo nombre, por lo que existen numerosos senderos flanqueados por toriis que van ascendiendo hasta lo alto de la montaña. Este es un recorrido para tomarse con mucha calma e ir disfrutando de las vistas.



Esta imagen de los Torii seguramente lo habréis visto si habéis visto la película memorias de una Geisha. Pero la existencia de los mismos no obedece a un capricho local, si no que cada una de estas estructuras es una ofrenda que se hace en esta montaña, de hecho si supiésemos japonés en la parte posterior leeríamos el nombre de las empresas que han realizado dichos donativos. También son característicos de este lugar los Kitsune o zorros, fácilmente reconocibles por tener unos pergaminos o unas llaves. Éstos son los mensajeros de la diosa Inari. 





Lo mejor del ascenso es que cada vez hay menos gente, la mayoría se quedan en el primer campo base, en el segundo y en el tercero hay mucha menos gente, y arriba del todo únicamente había otra pareja. Con esto os digo que merece la pena el ascenso.

               

La segunda foto es una foto-curiosidad, pues mientras bajábamos vimos una ceremonia sintoísta, me imagino que en honor a alguien fallecido, hice la foto de lejos y seguí sin intención de molestar.
Bajamos mientras anochecía y para cuando llegamos había cerrado todo a excepción de un puestecito de takoyakis, así que optamos por pedir unos a modo de merienda. Como curiosidad, mientras esperábamos en la estación nos encontramos con unos españoles que habían hecho un viaje similar al nuestro pero a la inversa y estaban en su recta final, intercambiamos impresiones hasta que finalmente llegó el tren. 

La cenita fue en un restaurante próximo a la Kyōto Station donde tomamos filetes empanados con arroz, se podía repetir el arroz y vaya si repetí. Terminamos el día dando una vuelta por los alrededores del alojamiento pues era el último día que estaba todo iluminado con los farolillos. Era nuestra penúltima noche en Kyōto.


               

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