Día 7: Hiroshima y Miyajima

La mañana de este día comenzó con la despedida de Eimi-san agradeciéndole tanto el presente recibido unos días antes así como su ayuda a la hora de gestionar los trámites para enviar el equipaje a Tokyo.  Qué mejor forma que con una cajita de unos dulces que no habíamos visto en nuestra vida y que estaban riquísimos, eran como una especie de pasta dulce rellena de anko (pasta de judía roja muy utilizada en repostería asiática), también podía estar rellena de matcha (el té verde que se utiliza en la ceremonia). Nos explicó la casera que este es un dulce típico de Kyoto y que no se encontraba en ningún otro sitio de Japón. He visto carteles llamándoles Kotabe y Hijiri, a saber.


Después del regalo tocó reverencia, arigato gozaimasu! nueva reverencia y otra vez arigato gozaimasu! Entre reverencias y agradecimientos nos despedimos rumbo a nuestro siguiente destino: Hiroshima.

Antes de seguir me gustaría explicar el tema del equipaje que tiene su miga: hay dos formas de viajar a Japón, o al menos yo me he quedado con esas. La primera, utilizando unos campos base (los más habituales Tokyo y Kyoto) y desde estos hacer todas las excursiones por lo que el equipaje se queda en el alojamiento. La segunda, y que creo que la más habitual de los que van por su cuenta, consiste en enviar la maleta por medio de un servicio de mensajería desde Kyoto a Tokyo (en nuestro caso) y usar un pequeño equipaje de mano, para las excursiones entre esos dos destinos. Esto nos permite hacer excursiones sin preocuparnos por llevar a cuestas un maletón importante, especialmente al pasar por los Alpes japoneses, pero eso ya llegará...

Al llegar a Hiroshima dejamos las mochilas en las consignas y tomamos el tranvía que nos llevaría hasta la zona cero.


Un gran parque salpicado de diferentes hitos o puntos de interés es lo único que hay que recuerda el horror que vivió esta ciudad el 6 de agosto del 1945. Tras dedicar una visita "superficial" al parque nos encaminamos al Museo de la Paz, una construcción moderna de hormigón y vidrio sustentada por pilares. La entrada costaba 50JPY, recuerdo que en su momento me llamó la atención el cómo en lugar de buscar la recaudación, persiguen transmitir el mensaje.

Actualizado: Desde abril la entrada al Museo de la Paz cuesta 200 JPY

No pongo fotos de esto porque no tengo al no parecerme apropiado hacerlas en el momento, es duro pero no desde un punto morboso, si no que analiza los hechos y los disecciona con una precisión quirúrgica, sin pasión, relata los hechos tal y como acaecieron. Desde lo que precedió a la bomba hasta las consecuencias varias décadas después.

Después de la visita volvimos al parque en el que nos detuvimos en cada uno de los hitos con calma. Uno de los más conocidos es el que se ve en la foto: el cenotafio, en el que están guardados los nombres de todas las víctimas conocidas de la bomba. Al otro lado del estanque, en segundo plano en la foto, está la llama de la paz la cual arderá hasta que se hayan destruido todas las armas nucleares. Al fondo se ve la "Cúpula Genbaku" de la que hablaremos más adelante.


El Monumento a la Paz de los Niños que homenajea a todos aquellos niños que fueron víctimas del suceso. En particular a Sadako Sasaki, una niña que tenía dos años cuando detonó la bomba. En aquel momento parecía estar sana y así se sintió hasta pasados unos años, cuando con once años de edad empezó a encontrarse mal. Se la diagnosticó leucemia.

Lejos de amedrantarse con aquello, tuvo fe y buscó el apoyo de la leyenda japonesa de las mil grullas según la cual si hacías mil se te concedería un deseo. La versión más extendida es que sólo consiguió 644 y fueron sus compañeros del colegio quienes hicieron las restantes.
Desde entonces es tradición que los niños de todas las escuelas hagan grullas de papel para sacarlas en cada aniversario.



Hay otros muchos hitos, el Montículo de la Bomba, el Monumento a los Coreanos, el Pabellón Nacional de la Paz, etc. Pero terminaré con el más conocido: el monumento a la paz, también llamada "Cúpula Genbaku". Ésta es una de las pocas construcciones que sobrevivieron y que se decidió mantener tal y como quedó para recordar el suceso. Actualmente es Patrimonio Mundial.


Sería injusto quedarse con eso de Hiroshima pero es lo que tristemente la hizo famosa. De hecho salimos del parque para ir a un sitio que habíamos fichado para comer y la verdad es que las calles y las construcciones eran totalmente modernas, se respiraba una vida que no pudimos vivir mucho porque había prisa. Aún así había tiempo para el momento culinario del día y qué mejor elección que un Okonomiyaki (2200 JPY los dos). Aquí los hacen diferentes en comparación con su vecino de Kansai, de hecho son algo más gordas y les incorporan fideos en el relleno, espectaculares. Me gusta mucho más esta variante.



Un trayecto de tren después llegamos a la estación de Miyajima, justo enfrente de ésta se encontraba el ferry de la JR. También estaba la posibilidad de coger el ferry desde Hiroshima pero no estaba incluido en la JR Pass así que había que ahorrar.


Apenas unos pocos minutos llegamos a la isla y adivinad. Tuvimos comité de recepción: simpáticos ciervos. Hay que recalcar lo de simpáticos porque no tienen nada que ver con los de Nara. Fuera coñas en la montaña viven bastantes ciervos y de vez en cuando bajan. Existe de hecho una excursión a la montaña pero por la hora que era estaba fuera del programa.


Aquí también nos decantamos por el alojamiento tradicional, de hecho nos recomendaron otro pero se había agotado. La opción que escogimos no estaba mal, únicamente le faltaba autenticidad que creo que es lo que se busca cuando se escoge esto, pues no dejaba de ser una reconstrucción en el interior lo que le quitaba muchos puntos. 


Y finalmente llegamos a la gran atracción del lugar: el famoso torii del santuario de Itsukushima. La historia cuenta que la isla era un lugar sagrado, por lo que se construyó el santuario a modo de embarcadero para evitar que los plebeyos pusieran un pie en la isla. Para acceder a cualquier santuario primero había que atravesar el arco de madera o torii, por lo que os podéis imaginar lo que tocaba hacer durante la época feudal. 

Cuando llegamos estaba con la marea baja y nos hicimos mogollón de fotos, también visitamos el santuario y nuevamente de vuelta al torii que estaba atardeciendo y la marea subiendo. De hecho nos acercamos a uno de los pilares y dejamos entre los corales un recuerdo.





Es exagerada la cantidad de gente que hay en este lugar, en todos en realidad. Ya con las últimas luces esto se va vaciando y los comercios cerrando hasta que queda desierto, por lo que ya puedes pasear tranquilamente y disfrutando de la paz del lugar. Como en Kyoto también había jóvenes con el tradicional yukata.


Al estar casi todos los sitios cerrados, la cena tocó en el Izakaya de la isla. Otra opción es contratar donde durmáis la cena, algunos lo hacen. Aquí me decanté por un producto bastante autóctono: ostras al vapor.



Hay gente que precisamente por esto unido a que considera que la visita de Hiroshima puede enturbiar estas vistas hace este recorrido a la inversa. Estoy seguro que esa opción es más económica pero no nos permitiría conocerlo durante el día y la noche, y tampoco con la marea alta o baja.

Esta es una buena imagen que ayudará a pasar el que creo que fue, con diferencia, el peor día del viaje, en la próxima entrada sabréis el por qué.


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