Día 11: Suzhou

Hace ya unos cuantos años vi unos cuantos artículos acerca de la existencia de la Venecia China, obviando el tema del tan manido prefijo en cada ciudad con canales; resulta que este apelativo lo reciben numerosas localizaciones en los alrededores de Shanghai

Hay de todo y para todos los gustos, los hay que prefieren meterse en una aldea perdida con mucho menos turismo, mientras que otros prefieren la vida y la tranquilidad que tiene el meterse en establecimientos con la carta en inglés. Precisamente para comparar decidimos visitar dos de estas ciudades "venecianas", una de las más turísticas y otra de las más auténticas y presuntamente menos masificadas.

Y para la primera escogimos Suzhou.


Impresiona, ¿no? Sin embargo vamos a empezar por el principio.

La mejor forma de llegar a Suzhou es en tren, a nosotros nos salió los billetes a 79CNY (cada viaje) los dos, comprándolos el mismo día. Únicamente con estas excursiones hicimos la excepción de pillarlas in situ por ser destinos que se encontraban muy próximos, además nos daría la oportunidad de improvisar en el momento si se terciaba.

               

Al salir de la estación de tren es la muralla la que nos da la bienvenida que no resulta tan impresionante como la Pagoda del Templo del Norte, casi lo primero que te encuentras antes de haber visto ningún canal a excepción del que circunda la muralla.

De hecho al comienzo la presencia de canales estaba siendo testimonial, apenas un canal escondido tras un callejón a la espera de ser descubierto, nada había para pasear en su ribera como si únicamente los residentes fuesen los que tenían el privilegio de disfrutar realmente de su presencia.


Decidimos tomarnos aquello con calma y no andar a la búsqueda del canal, la ciudad tenía una disposición que utilizamos para ordenar nuestra visita, así que inevitablemente nuestros pasos nos llevaron al cercano Jardín del Administrador Humilde (90CNY/p). 

No es el único de los jardines que teníamos en Suzhou pero fue el único que visitamos al ser de los más importantes y el más grande de cuantos había. Y es que en estos espacios datados en el siglo XVI teníamos salones del té, museos, varios pabellones y todos ellos aderezados por la constante presencia del agua protagonista en todo momento de las composiciones paisajísticas que allí se sucedían.




Y es que no iba todo de lagos y construcciones tradicionales con trampas para espíritus, si no que además contaba con numerosas especies vegetales como por ejemplo plantaciones de bambú, incluso contaba con su propio rincón del bonsai.


Sí, no habéis leído nada raro, he dicho trampas para espíritus. Y es que la tradición china defiende que los malos espíritus no saben cambiar de dirección, únicamente van en línea recta. Tal cual lo leéis, así que en sus construcciones más tradicionales es normal encontrarse quiebros en los pasillos para evitar que los malos espíritus asalten el hogar familiar. 


Al salir del jardín el hambre había hecho acto de presencia, así era un buen momento para comer. Así que como siempre cervecita y arroz, esta vez la acompañamos por carne con verduras y rollitos ¿vietnamitas? Este era el menú que más me recordó a lo que nos tienen acostumbrados los presuntos restaurantes chinos que tenemos en España.

Y es que en estos detalles se nota el que sea un lugar pensado para el visitante y no para el residente. Por cierto, nos costó 118 CNY.


Quedarnos en la afluencia de visitantes y negar la belleza del lugar sería un delito, para muestra una imagen de las que se ven a lo largo de la calle Píngiang Lù, una de las más turísticas de Suzhou a lo largo de la cual tenemos paseos en embarcaciones de madera al tiempo que a ambos lados de la calle se abren tiendas de todo tipo de productos. 


Allá donde creía ver muretes de dios sabe cuánto tiempo tendrían, construidos al estilo tradicional; no tardé en descubrir mi error al comprobar cómo un ejército de albañiles (o paletas para el que prefiera los coloquialismos) preparaban una especie de paseo a la ribera del río. Sí, como podéis ver en la foto, con ladrillos que posteriormente encalarían dando el aspecto romántico que a todos nos gusta ver.

Y es que es en cierta manera una falsificación made in China. ¿Irónico verdad? Pues al igual que en Datong, al darse cuenta de que a los occidentales nos gustan las cosas viejas, decidieron reconstruir la muralla... En Suzhou recrean la ciudad que Marco Polo afirmó encontrarse.


Seguimos bajando alejándonos cada vez más de Píngiang Lù y alrededores hasta que llegamos a una especie de plaza con un templo en medio. En torno al mismo numerosos comercios se abrían y no quedaba nada del gentío que antes nos acompañó. 

Próxima a dicha plaza se encontraba Guanquian Jie, una calle peatonal con numerosos comercios en torno a la misma, había un par de tiendas de Huawei o un Apple store. Incluso Zara tenía representación en dicha calle que parecía la milla de oro de aquel lugar. Todo un contraste con lo que habíamos visto hasta entonces y que nos ilustraba la verdadera cara del Suzhou contemporáneo.



No tardamos en volver a vislumbrar canales, esta vez más decadentes y parecidos a los primeros que vimos, nada que ver con aquel espectáculo que fue la calle de Píngiang Lù. Sólo nos quedaba visitar el último lugar de interés que habíamos fichado, plano en mano, donde teníamos no sólo canales si no una calle comercial e igualmente antigua: Shàngtáng Jie.

Por cierto, esta calle (Jie significa calle en chino) debe su nombre al río Shàngtáng en torno al cual discurre 



Acercarnos a Shàngtáng Jie comenzaba de manera prometedora: una zambullida en una pluralidad de gentes y el ajetreo tan propio de China, punto a favor de esta calle.



Belleza y decadencia en una misma estampa...



Para volver a acabar cristalizando en algo parecido a lo que habíamos visto antes, sin embargo fuese por las luces del ocaso, su aspecto algo más tosco o por una mayor presencia de chinos... Para mí aquello era algo diferente y más llamativo. La mejor foto que ilustra esto de lo que os hablo, es la que encabeza esta entrada.

Con esa misma ilusión empezamos a recorrer aquella calle hasta que las tiendas de recuerdos desaparecieron. En su lugar aparecieron tiendas de alimentación que exhibían sus productos a la calle, al tiempo que espantaban a los bichos que buscaban desafiar el calor posándose sobre aquellos manjares que allí se mostraban. Con el tiempo también desaparecieron aquellos comercios y nos encontramos viviendas, algunas en ruinas donde la gente vivía mientras que en la calle estaban niños jugando ajenos a cualquier tipo de necesidad, con la curiosidad de lo que se les aparecía por delante como única herramienta.



Nos hubiera gustado llegar hasta los pies de la Colina del Tigre y ver las vistas desde lo alto, pero poco antes decidimos dar la vuelta para tomar el tren de vuelta a Shanghai.

Para terminar el día nos dimos un homenaje entre pecho y espalda, queríamos algo que no fuese una vez más arroz frito acompañado de cualquier verdurita y carne. Afortunadamente logramos encontrar una especie de asador próximo a East Nanjin Road en el que la especialidad era algo parecido a un cuarto de cordero. Demasiado para una cena así que nos conformamos con unas chuletillas que entraron de vicio (139 CNY). ¡Qué mejor forma de despedir el día!


Como veis Suzhou es precioso, eso es innegable. Pero desafortunadamente no podía desprenderse de cierto aire de parque temático que le resta enteros a la experiencia. Habiendo vivido aquello, sólo nos quedaba descubrir al día siguiente si Tongli, nuestro siguiente destino, competiría en belleza con Suzhou ganando ese aire añejo que echamos en falta. 

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