De visita por Navarra

No todo va a ir de visitas que hacemos por el mundo. El territorio patrio tiene numerosos tesoros, algunos de ellos son conocidos por el público en general, mientras que otros, tal vez la mayoría; son casi anónimos y es el viajero el que acercándose acaba por descubrirlos.

Uno de estos últimos casos era para nosotros Navarra.


Pamplona
El destino archiconocido por excelencia, ciudad (en mi opinión) tristemente famosa por sus Sanfermines sin embargo merece acercarse a ella por muchas otras cosas.


Sin embargo antes de llegar a ellas creo que lo mejor sería hablar de lo obvio. Lo que nos plantaron al llegar a la oficina de turismo: un maravilloso itinerario para seguir el recorrido más famoso de Pamplona, el que realizan los toros. No parecían interesados en vender mucho más, así que allí nos dirigimos (además de a los cuatro miradores que nos reseñaron), dispuestos a dejarnos sorprender por cada detalle que encontrásemos.

Detalles como este rostro esculpido en un capitel de una casa de aspecto bastante tradicional y aparentemente con una historia digna de ser contada. ¿Qué habrán visto esos ojos? Parece que el diablillo no quería contarnos nada y en su lugar se burlaba y prefería sacarnos la lengua.



No me defino protaurino, no me gustan los toros pero tampoco me cuento entre los que luchan intensamente para abolirlos. Simplemente preferiría que no existieran. Sin embargo la importancia que se le ha dado a esta "actividad", nos ha traído manifestaciones artísticas espectaculares como esta escultura. Chapó.


¿Y la otra cara de Pamplona? La que recomendaría y la que me encantó... Algunas plazas espectaculares, calles y más calles bonitas y llenas de ambiente, donde además de merecer ser paseadas, lo que más se estilaba era la ancestral y, dicen que casi milenaria, y sana costumbre de la Tapa.

               


Probamos varias, las que surgieron. Casi abusamos dedicándonos a cenar de esta forma... ¿Nuestra tapa favorita? La que veis arriba: huevo trufado que servían en el Gaucho

Sin embargo la gastronomía de Navarra no sólo va de tapas. En nuestro caso y por recomendación de un compañero de curro, ¡gracias Rodri! Nos acercamos al Hotel Restaurante Europa donde decidimos ponernos en manos de sus Chefs y probar el menú Eugenia (el degustación se nos iba un poco de presupuesto).

Varios aperitivos del que destaco el Champiñón con muselina de ajo y trufa y varios principales de los que destaco tanto el Huevo ecológico en costra de cereales como el Tataki de atún. Y es que nunca es mal momento para tomar el atún.


Olite
Aunque como se dijo, Pamplona es muy bonita, se recorre rápido. Así que también teníamos planificado conocer varios de los tesoros que rodean a la capital navarra. Zugarramurdi y alrededores de hecho. Pero el tiempo no acompañaba... Lo que tiene el mes de noviembre.

Así que lo descartamos y recurrimos a opciones situadas al sur de la región, en las que el tiempo parecía no resistirse tanto. Así llegamos a Olite.


Aparcamos en el parking que está tras el Palacio Real. Así que éste fue quién nos dio la bienvenida y casi el que nos enseñó este pueblo de algo menos de 4.000 habitantes. Sin embargo nos impresionó aún más cuando descubrimos que prácticamente se asomaba sobre la plaza como si quisiera observar a sus habitantes desde más cerca.

Tal vez por timidez, o más bien porque aún no estaba abierto. Decidimos a modo de preliminares visitar las calles aledañas. Así fue como descubrimos unas calles llenas de personalidad y tras recorrerlas en varios sentidos acabamos por volver al Palacio Real de los Reyes de Navarra.

               


O más bien a un antiguo espacio del palacio, ahora independiente y sede del Parador. Próximo a éste los restos de un antiguo patio de acceso a la Iglesia de Santa María la Real. El encuentro era inevitable, pues allá donde fueras... Lo veías, o más bien el palacio era el que te veía.


Así que nos rendimos y empezamos a visitar sus tripas en las que lo mismo nos encontrábamos con un espacio abovedado que se encargaba de sustentar la capilla al tiempo que resguardaba la bodega; como de repente nos recibía el jardín de la Reina, vivo y llenos de colores que cubrían al palacio conquistando a la fría piedra para sustituirla por la calidez de sus hojas.


Al final del recorrido el secreto se desveló, nosotros junto al Palacio eramos los que observabábamos al pueblo, sus callejas. Las personas que cruzaban las calles ajenas a nuestra mirada inquisitiva... 



Nos encantó el pueblo, por sus calles pero nos enamoró por la imponente presencia de este Palacio el cual a diferencia de otros casos en el que se separó de la villa para dominarla desde las alturas, aquí se acerca, lo abraza y se deja rodear.

Tudela
Nunca estuvo en nuestros planes detenernos aquí, pero el hambre llamaba al estómago y quisimos descubrir el pueblo que da nombre a los cogollos. Salvando su plaza, una tan bonita como otras muchas que hemos conocido... No nos llamó demasiado la atención.


Bárdenas Reales
Y camino de dónde estaba Tudela, pues de las Bárdenas Reales. Un paraje más próximo a un desierto que a algo vivo. 

Sin embargo en esta desertificación residía su vida pues antaño no era así. En su día estaba cubierta por masas de agua que horadaron sus rocas formadas por sedimentos de diferente dureza dibujando esculturas singulares. en las que su parte inferior se erosionan rápidamente mientras que su nivel superior permanecen aparentemente impávidas ante la destrucción de su entorno.

  

La formación más famosa de todas es la que encabeza esta entrada: Castildetierra, sin embargo recorrimos cada uno de sus rincones esperando encontrar otros lugares de su interés. Algunas de los que vimos fueron otras formaciones de menos renombre pero con su propia personalidad. 

Otros eran, como la foto que sigue, paisajes desérticos cuya imaginación me llevaba a fantasear con lugares destinados al rodaje de Westerns, o escenarios de grandes emboscadas en el pasado.


Esto que os hemos contado fue lo que nos dio de si el fin de semana largo con el que contamos, apenas tres días que nos dieron para descubrir una región desconocida para nosotros. Lo suficiente para darnos las ganas de volver y conocer su zona pirenaica, y si nos conocéis... Sabríais que volveríamos a hacer parada en Pamplona para redescubrir su gastronomía.


Sin embargo no somos de hacer viajes largos del tirón. Tampoco somos de apurar el domingo saliendo tarde así que somos de hacer paradas técnicas por el camino. Lo mismo vamos a Galicia y paramos en Puebla de Sanabria, a Granada para hacer a la vuelta parada en Córdoba. En este fin de semana escogimos Soria para acercarnos a visitar el antiguo asentamiento Numantino.

Y es que todos conocemos la historia de aquellos guerreros bravos que prefirieron morir y quemar su poblado antes de rendirse a Escipión. Hay muchas historias similares a ésta, también en la península ibérica. Sin embargo esta es la que por una razón u otra, ha llegado con más intensidad a nuestros días.




Reconozco que no era la primera vez que vine. Lo hice de pequeño al volver de algún campamento, en pleno agosto con un sol de justicia que me hicieron desconectar una y otra vez de la explicación hasta que mi hermano y yo decidimos volvernos dejando a nuestros padres disfrutando de aquellas piedras que al parecer tenían mucho que contar.

En noviembre unos cuantos años más tarde me sentía más receptivo a la explicación de su historia. Y fue precisamente así como descubrí que los restos que perduran en nuestros días son precisamente del asentamiento romano que se construyó sobre los cimientos de los vencidos. Se han encontrado joyas y cimientos celtas pero para la breve desilusión de algunos de los asistentes, son los vencedeores de aquel pueblo inconquistable los que contaban su historia. Merece la pena que os acerquéis.

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